domingo, 13 de marzo de 2011

LA PREGUNTA

¿Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase? ¿Y que si hemos vivido esa pasión, quizás no hayamos vivido en vano? ¿Que así de profunda, así de malvada, así de grandiosa, así de inhumana es una pasión?...¿Y que quizás no se concentre en una persona en concreto, sino en el deseo mismo?...Tal es la pregunta. O puede ser que se concentre en una persona en concreto, la misma siempre, desde siempre y para siempre, en una misma persona misteriosa que puede ser buena o mala, pero que no por ello, ni por sus acciones ni por su manera de ser, influye en la intensidad de la pasión que nos ata a ella. Réspondeme, si sabes responder-dice elevando la voz, casi exigiendo.
- ¿Por qué me lo preguntas?-dice el otro con calma-. Sabes que es así.

(Sándor Márai, El último encuentro, eds. Salamandra, Barcelona, 1999)

miércoles, 23 de febrero de 2011

ISLA DEL TONAL

Vivir los grados pasito a pasito es lo más importante. Tarde o temprano las circunstancias, las mismas que tantas veces nos hicieron callar, nos llevan a asesinar al Maestro, manchándonos con su sangre. Tarde o temprano embarcamos, una vez más, contentos y satisfechos, y a nuestra espalda queda una Troya saqueada y ardiendo. Y tarde o temprano queremos limpiar las huellas de nuestro crimen, o castigar a los culpables, o juzgarles justamente, o escuchar tras la puerta las conspiraciones contra el Maestro, o atravesar los errores con nuestra puntiaguda espada para poder ser felices, en nuestras acciones, con nuestros hijos. Y entonces no sabemos cómo hacerlo, porque no lo hemos aprendido ni comprendido ni trascendido, ni nada de nada. Tampoco nos enseñaron a matar ni a saquear, pero lo hicimos. Amargas nuestras uvas y ácimo nuestro pan.

(Alberto Picón, El privilegio de ser contemporáneo de la rosa, Moguer, 1917)

sábado, 8 de enero de 2011

ORDO AB CHAO



Allí donde un sastre remendaría su tela, donde un proyectista hábil corregiría sus errores, donde el artista retocaría su obra maestra todavía imperfecta, la naturaleza prefiere volver a empezar desde la arcilla, desde el caos, y ese derroche es lo que llamamos el orden de las cosas.
(M. Yourcenar, Memorias de Adriano, Edhasa, 1982)